Me acuerdo de aquellos días cuando comencé a aprender del arte de la recolección de luz que llamamos fotografías. En ese entonces simplemente apretaba en obturador con poco análisis en la composición en general. Pero me acuerdo que prestaba mucha atención al cielo, las nubes, el sol.
Las nubes cambiaban mucho, todo el tiempo, muy rápido, sobre la urbe xalapeña.
Y el sol simplemente surcaba la bóveda celeste lentamente, mientras todos nosotros nos cocinábamos bajo su luz y la pestilencia del aire húmedo. Aún así, siempre me gustaba jugar con la luz que el sol me daba.
Me escondía de él con la cámara y luego le trataba de tomar una foto desde la esquina de un muro, bajo un techo, de algo que obstruyese su luz. A veces así descubría halos alrededor del sol después de días helados. A veces así descubría que el cielo es mucho más interesante al atardecer cuando se trazan sombras a partir de los hombros de las nubes.
A ver, escóndete por un ratito.
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